Voy a comentar la conferencia con la que nos entretuvo Fermín Cabal el pasado martes 13. Nada comentaré sobre la actitud tan inteligente de este reputado dramaturgo leonés, ya que inundó toda el aula y la atención de los espectadores con su cercanía y su desparpajo a la hora de hablar.
Pero lo cierto es que desarrolló varias ideas muy interesantes. Abrió la ponencia explicando que el dramaturgo trabaja con una escritura específica, basada en un conocimiento muy técnico y preciso.No obstante, no tardó en hacer la primera crítica abierta hacia la nula flexibilidad de los formatos, no hay apenas creatividad sino que se cultivan los ejercicios de síntesis.
Precisamente por este paradigma cerrado se dirigió directamente a los lectores, "como artistas pedimos que el lector se abra al libro", es decir, el lector debe adaptarse a las pautas que el autor o artista quiere que siga; esto no trata de hacer que el lector obedezca en todo momento al autor y se aburra, sino todo lo contrario, conseguir con esto que el lector pueda sumergirse más allá en su lectura y que disfrute tanto o más como lo ha realizado el autor. También hizo alusión al cómo de la lectura, está claro que la amplia mayoría, excepto los que se dedican a teoría o crítica literaria, no lee una novela o una obra de teatro buscando una experiencia intelectual. Es decir, el lector cuando lee lo hace por disfrute y nadie la analiza, por ejemplo analizar el estilo del autor.
Se detuvo en nombrar varias figuras importantes, cultivadoras de la narración, que han intentado pasar al formato dramático y han fracasado. También hizo hincapié en la utilidad de los tiempos verbales en esta escritura tan específica como es el teatro, el presente, pretérito perfecto (acción que influye en el presente) o el pretérito imperfecto (normalmente usado al comienzo de las obras).
Por último, me gustaría destacar una gran reflexión a la que hizo mención Fermín Cabal: "En el arte no hay una fórmula para triunfar, pero sí para fracasar: querer gustar a todos."
martes, 20 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Monólogo
(Se abre el telón y se deja entrever un salón con muebles
bastante anticuados, la mujer se encuentra sola en la cocina, escenario
principal por el que se ve el salón a través de la puerta de cristales.)
Dafne: ¿¡pero os parece normal lo que acaba de ocurrir!? Es
que no hay por donde cogerlo, vamos, no creo que ninguna persona en su sano
juicio pueda comprenderlo.
Él sabía lo que había, no entiendo el porqué ahora de su
sorpresa, sabía que soy una persona demasiado fuerte y que siempre, absolutamente
en todo lo que hago, soy de extremos. Nada de medias tintas. Por eso mismo
ahora no entiendo esta absurda situación, nos viene demasiado grande, nos ha
traspasado y ha llegado demasiado lejos. Y lo peor de todo es que en vez de
buscar soluciones, sigue buscando a los culpables, pero ¡¿qué culpables, de
qué!? La verdad, que debo confesar que cuando nos conocimos éramos tal para
cual, siempre tuvimos nuestras diferencias, pero nunca imaginé que acabaríamos
así. Es que no nos reconocemos, al mirarnos no sabemos quiénes somos. Aunque
esta situación no es de ayer por la mañana, no, ni hablar, viene ya desde hace
cierto tiempo, incluso de mucho antes de que nos diéramos cuenta. Ahora que ya
lo sabemos, resulta muy fácil contar los hechos, pero claro, otra cosa muy
diferente es vivirlos. No sabría exactamente ponerle una fecha, así que
supongamos que desde que nuestro hijo pasó a primaria empezó todo esto. El caso
es que nunca hacíamos todo juntos, pues nuestras aficiones son bastante
diferentes, pero nos solíamos adaptar muy bien. Tenemos amigos en común, o
bueno más bien teníamos, porque desde que comenzó la susodicha obsesión mi vida
ha desaparecido. ¿Dónde están ahora esos amigos que siempre iban a estar a tu
lado? ¿Y las aficiones, que tanto tiempo me quitaban? ¡Con lo que siempre me ha
gustado cocinar e invitar a todos mis amigos a que viniesen a comer los
buñuelos o las torrijas a casa! Y ahora, ya lo veis, sólo me queda el estar
desesperada.
Siempre me he sentido muy afortunada por la vida que
llevaba, sin ningún tipo de engaño mayor, con una familia feliz, con buenos
amigos a nuestro lado y, por suerte, con buena salud. El 7 de septiembre
hacemos 27 años, ¡cómo pasa el tiempo! y pensar que hace poco estábamos
tumbados en la playa, mirándonos y rellenando el tiempo para cuando nos
jubilemos.
Pero, como ya os he dicho, no hay vuelta atrás, no se puede
volver al principio, más que nada porque no estamos en el final, ni en la mitad
del camino. Es decir, creo que donde estamos ahora es justo en el principio.
Somos dos extraños que ya no dialogan, no nos decimos lo que pensamos, sino que
siempre estamos a la defensiva a ver qué va a decir el otro para saltar o
actuar de forma acorde a la situación. Y es que no se puede pretender llevar
una relación que no lo es, ahora es como estar en vida sin vivir. No tienes a
nadie a quien llamar, no tienes nadie con quien poder compartir tus
pensamientos ni tus vivencias; por este hecho justamente estamos como estamos,
pero no nosotros, sino nosotros. ¿De qué si no iba yo a estar hablando con
desconocidos?
Sé que en la cocina por lo menos no pasará a no ser que sea los
días de descanso.
Lo que no tengo claro del todo es lo que voy a hacer, porque
visto desde vuestro punto de vista es muy fácil, siempre se puede pedir ayuda a
un dios que te convierta en laurel, pero en los tiempos que corren dudo mucho
que si lo hago, no acabara en un manicomio. Pero ¿cómo si no se puede entender
este cambio de actitud tan radical, si no es por cuenta de malas artes? Pues
muy bien, tengo claro que sí que son por malas artes, pero no de las que estáis
pensando, sino de los nuevos compañeros de las clases de guitarra. Sí, sí, lo
tengo más que claro, esta situación absurda no lleva más de trece años, los
mismos que lleva tocando la guitarra. Y para colmo, no habíamos tenido ningún
problema grave hasta que no empezaron a venir a comer mi pastel de zanahoria de
los miércoles. Todo se fue a pique cuando entró ese desalmado de ricitos de oro
en mi cocina. Desde mi cocina yo sé que se puede ver todo lo que pasa en la
casa, pero pensaba que nadie más lo sabía.
Esa obsesión creo que ha ocasionado que todos nuestros
amigos se alejen de nosotros, que haya perdido toda relación con el mundo
exterior, ni siquiera puedo ver las noticias ciertos días. ¡Por Dios, esto ha
llegado demasiado lejos! Pero bueno, qué vas a hacer en pleno s. XXI, tampoco
quiero quedarme completamente sola y con la casa, con una pensión y con el
niño, así que decidí aguantar un poco más. Hasta el otro día, claro está, pues
no suena el teléfono, lo cojo, a eso de las 14:30, no sería más tarde, y es don
ricitos preguntando, o felicitando, no estoy segura, nuestro aniversario. Y no
es porque haya llamado él, sino porque fue el único que lo hizo. Comprendí que
nuestra vida ya no podíamos vivirla juntos, que era la oportunidad de separar
nuestros caminos, pues como bien os he dicho, éramos como almas gemelas pero en
barcas diferentes.
No podíamos hablar de este tema, como tampoco podíamos
hablar de que hacía tiempo que…bueno…ya me entendéis, que no podíamos hablar.
Nuestro hijo se había ido a la universidad, creo que a
Lituania, volvería en navidades, y creo que ha sido este hecho el que me ha
impulsado a reaccionar así. Aunque no estoy muy segura de querer seguir
luchando por una causa perdida, lo hago más bien por costumbre. Bueno a lo que
iba, aquella tarde cogí el teléfono y me sorprendió lo que dijo, vendría a la
tarde a darnos una noticia.
Cuando llegó la tarde nos encontrábamos en el salón, cada
uno sentado en una punta del sofá de tela amarilla, sonó el timbre y abrí la
puerta. Allí estaba él, pasó y se sentó en el medio de nosotros dos, él sabía
perfectamente lo que había, pues llevaba tanto tiempo con nosotros como
nuestros problemas, ¡qué casualidad! Venía a darnos una noticia muy importante,
algo con lo que conseguiríamos alargar más la situación, un par de meses quizá,
pero ¿quién le había dicho que nosotros estábamos de acuerdo? Como siempre lo
dio por hecho.
Cuando se marchó don ricitos todo volvió a su relativa
normalidad, pero entonces me sorprendí, él vino a la cocina y abrió las puertas
de cristal y comenzó a hablarme. Yo no podía creerlo, pero lo escuché con
atención…aunque cuando acabó de hablar preferiría no haberlo hecho, pues me
dijo que estaba dispuesto a aceptar, a que aguantásemos dos meses más aunque
fuera para ver a nuestro hijo, que vendría en navidades.
Me puse histérica, como de costumbre, pero decidimos
calmarnos y él se fue a guitarra. Aunque no tuviéramos vida, él era lo único
que pedía, que la música lo acompañase. Era un centro al que acudía gente con
todo tipo de problemas, y de ahí sólo surgió la atípica relación por la que
descubrimos nuestro problema, nuestro “amigo” don ricitos. Don ricitos era un
reputado médico de la ciudad y sin comerlo ni beberlo empezó a entablar una
delicada relación con mi marido. La verdad que, aunque le esté echando la culpa
a él de todo lo que ha pasado, no tiene culpa de nada, pero nosotros, o más
bien yo, pensaba que el que todos nuestros amigos nos dejasen de hablar era por
su culpa, que el distanciamientos entre mi marido y yo también era por su
culpa, etcétera, etcétera.
Total, que si aquí estamos está claro que decidimos aceptar
aguantarnos los dos meses más y poder ver de regreso a nuestro querido hijo,
según nos ha dicho está sacando muy buenas notas y estamos muy orgullosos de
él.
Sabemos que no es fácil con una situación familiar tan
complicada como la que tenemos, pero él siempre ha sabido separar lo familiar
de lo académico. Quizá porque lo ha visto en casa desde muy pequeño.
Está a punto de llegar a casa, su avión habrá aterrizado
hace una media hora, así que tiene que estar al caer. Yo, como siempre, estoy
en la cocina, haciendo las típicas galletas navideñas de todos los años y él,
como siempre, está sentado en el sofá del salón. La verdad que tenemos muchas
ganas de ver a nuestro hijo, sabemos que no van a ser las mejores navidades del
mundo, pues estamos decididos a contarle toda la verdad sin ningún tipo de
edulcorante, aparte del de mis galletitas. Creemos que ha llegado el momento de
que, por fin, nuestro bebé se ha hecho un hombre y debe afrontar los hechos tal
y como son.
Pues como le dijimos al médico, ya sabéis, a nuestro querido
don ricitos, la situación únicamente se puede alargar mientras el dolor que causa
no supere a la satisfacción de seguir en la vida, pero hemos tomado la
decisión, como almas gemelas que somos aunque estemos en diferentes barcas, de
que el dolor ha sobrepasado esa barrera.
Y ahora aceptamos que el cáncer que tenemos, y digo tenemos porque
lo hemos sufrido los dos juntos, no debe, moralmente, alargarse ni un mes más.
Intentaremos que sean las mejores navidades de nuestras vidas, que esta
terrible situación, que sólo la música y el amor a un hijo pueden calmar, no
nos supere como ha superado a todos nuestros conocidos o a nuestra relación.
Porque fue en el momento en el que don ricitos nos dijo que no aguantaría más
de siete años cuando nos sentimos por primera vez extraños hasta el día de hoy,
que tengo la corazonada que todo volverá a ser como antes.
(Cae el telón)
martes, 6 de marzo de 2012
Taller de autor: Consuelo Triviño
"La escritura es como un salto al vacío, un salto del escritor a la página en blanco igual que en la vida cuando viajas. Estás empezando de nuevo." Sin duda alguna, un comienzo estupendo para esta opinión crítica de la conferencia que dio la escritora Consuelo Triviño, en la clase de Escritura Creativa.
Me pareció una ponencia bastante interesante por varias razones, aunque la de mayor peso es en la realidad en que se basó la escritora. De esa base me gustaría destacar varias ideas a las que apuntó para desarrollar su tema: "lo que pasó no se puede olvidar, éste es el deber moral del escritor", estoy totalmente de acuerdo con esta frase, por eso creo que un escritor debe ser muy cuidadoso con lo que desea plasmar en papel. Aunque me pareció que hasta el proceso de escritura, tal y como ella lo concibe "distanciarte de tu vida-memoria-escribir", debe tener un término medio, nadie puede sobrevivir a base de recuerdos, pero a la vez somos lo que somos como resultado de todos ellos.
Es curiosa la manera que apuntó que debe adoptar un escritor, "lo cotidiano frente a lo literario, pero lo literario debe ser verosímil", ya que éste tiene que andar con pies de plomo a la hora de contar cualquier cosa. Creo que el buen escritor tiene que mantenerse en un punto intermedio, al igual que el proceso de escritura como he señalado antes, pues para ser un buen narrador tiene que extrapolar lo cotidiano pero sin alejarse de lo verosímil.
Aparte de estas ideas recogidas de la escritora, me llamó la atención una: "quien quiere escribir, escribe", yo no me atrevería a decir eso, sino que más bien diría que lo que está claro es que quien no quiere escribir, no escribe.
Y por último, me gustaría cerrar esta entrada con la misma pregunta que hizo Consuelo Triviño "¿Qué pasaría si no existiera la escritura?". Estoy seguro de que la escritora no se refería al mero hecho de lo que ocurriría si no existiese el medio en sí de la escritura, sino todo lo que tiene detrás, es decir la literatura en todas sus manifestaciones.
Me pareció una ponencia bastante interesante por varias razones, aunque la de mayor peso es en la realidad en que se basó la escritora. De esa base me gustaría destacar varias ideas a las que apuntó para desarrollar su tema: "lo que pasó no se puede olvidar, éste es el deber moral del escritor", estoy totalmente de acuerdo con esta frase, por eso creo que un escritor debe ser muy cuidadoso con lo que desea plasmar en papel. Aunque me pareció que hasta el proceso de escritura, tal y como ella lo concibe "distanciarte de tu vida-memoria-escribir", debe tener un término medio, nadie puede sobrevivir a base de recuerdos, pero a la vez somos lo que somos como resultado de todos ellos.
Es curiosa la manera que apuntó que debe adoptar un escritor, "lo cotidiano frente a lo literario, pero lo literario debe ser verosímil", ya que éste tiene que andar con pies de plomo a la hora de contar cualquier cosa. Creo que el buen escritor tiene que mantenerse en un punto intermedio, al igual que el proceso de escritura como he señalado antes, pues para ser un buen narrador tiene que extrapolar lo cotidiano pero sin alejarse de lo verosímil.
Aparte de estas ideas recogidas de la escritora, me llamó la atención una: "quien quiere escribir, escribe", yo no me atrevería a decir eso, sino que más bien diría que lo que está claro es que quien no quiere escribir, no escribe.
Y por último, me gustaría cerrar esta entrada con la misma pregunta que hizo Consuelo Triviño "¿Qué pasaría si no existiera la escritura?". Estoy seguro de que la escritora no se refería al mero hecho de lo que ocurriría si no existiese el medio en sí de la escritura, sino todo lo que tiene detrás, es decir la literatura en todas sus manifestaciones.
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